Un 'no' a Florentino
La negativa de Vicente del Bosque a recoger la insignia de oro y brillantes del Real Madrid no es un 'no' a la institución; es uno a Florentino Pérez, un 'no' personal. La decisión es producto del convencimiento en ser fiel a sí mismo, a lo que siente y cree que sienten los demás, y no a los convencionalimos, a las poses políticas. Del Bosque es alguien que cuida enormemente la vertiente institucional que comporta su cargo, la representatividad de un seleccionador, pero sin rebasar el límite que marcan sus principios.
El técnico recibió la notificación de que le había sido otorgada la insignia por carta, sin una llamada previa, de forma fría, y comunicó acto seguido su incomodidad, su intención y sus argumentos a Emilio Butragueño, responsable de relaciones institucionales del Madrid. El interlocutor está en su derecho de intentar reconducir la situación, algo que forma parte de su trabajo, con un aplazamiento que atempere los ánimos. Pero, en realidad, se trata de una maniobra para licuar la polémica y dejar que agonice en el tiempo.
Del Bosque no hará más ruido. Se ha sentido incómodo y le preocupa cómo pueda entenderlo una parte del madridismo. Para la Federación Española habría sido más cómodo lo políticamente correcto, ahora que Florentino Pérez ha vuelto a las asambleas del organismo, pero entiende que se trata de una decisión personal y la respeta. Ángel Villar, además, comparte buena parte de los códigos del seleccionador.
Del Bosque se emociona cuando habla de su época en el Madrid, sobre todo al frente de la cantera, pero no ha podido olvidar su salida, considerada por el entrenador como una traición. El salmantino había sido una apuesta de Lorenzo Sanz, pero la conquista de la octava Copa de Europa del club hizo que Florentino Pérez lo mantuviera tras ganar las elecciones. Empezó de esa forma una cohabitación ficticia, en la que Del Bosque mantuvo pulsos soterrados por decisiones técnicas que eran cuestionadas en la cúpula, como su opción de dar la titularidad a César durante la temporada que condujo a la novena Copa de Europa, sellada finalmente con Casillas bajo los palos por una lesión del primero. En esa época, el técnico solía decir que en el Madrid se trabajaba para el Madrid, no para un presidente.
Florentino Pérez, por su parte, consideraba que peticiones que habían supuesto un gran desemboloso económico, como por ejemplo Flavio, no se correspondían con su rendimiento posterior, y por ello imputaba al técnico. La desconfianza, que existió desde el principio, no menguó, sino que se agrandó. Impactado por la figura de los grandes jugadores, el dirigente consideraba a Del Bosque y a los entrenadores, en general, un mal necesario. Si un futbolista creía que un compañero no le pasaba la pelota, llamaba al presidente, un hecho que erosionaba el principio de autoridad en el vestuario.
Los títulos, sin embargo, sostuvieron la cohabitación hasta que Florentino Pérez no pudo más y decidió prescindir del salmantino después de conquistar un título de Liga. Correspondió a Jorge Valdano comunicar la decisión, con el argumento de la necesidad de cambiar en el éxito para anticiparse a los síntomas de una crisis. A partir de entonces, no hubo crisis, sino el diluvio, hasta llegar a Mourinho, que es todo lo contrario de lo que el primigenio Florentino Pérez pensaba del cargo. El entrenador es ahora el dueño.
Del Bosque también se distanció de Valdano en ese tiempo, a pesar del equilibrio resultante de la tensión entre tres vértices, incluido el presidente, sobre el que había conseguido sostenerse un gran proyecto. No es el primer caso: el pulso entre Johan Cruyff y José Luis Núñez alumbró el 'Dream Team'. En esas situaciones, el problema no es la disparidad de criterio, sino el respeto por los espacios y el trabajo de cada uno. Del Bosque nunca creyó tenerlo.
La continuidad del entrenador se apalabró, según el entorno del actual seleccionador, en casa del propio Florentino Pérez, aunque fuentes cercanas al segundo lo han negado reiteradamente. Con motivo de esta negativa al acto de homenaje, se ha aireado que si Del Bosque no renovó fue por las pretensiones económicas que tenía el técnico, de unos nueve millones de euros por tres temporadas. Valdano no se refirió a nada de eso en la rueda de prensa en la que comunicó que el club prescindía de sus servicios. Mourinho cobra en un solo año más de esa cantidad. Mejor no aludir, pues, a las mezquindades del dinero. Ni ése era el problema de Del Bosque, ni, por supuesto, del presidente. Valdano llamó al seleccionador para felicitarle personalmente por el título mundial. En la final estuvo Sandro Rosell, pero no el presidente del Madrid, el mejor club del siglo XX. Fue un error, de la misma forma que lo fue no tomar la iniciativa en los homenajes y esperar a que Del Bosque pasara por todos los pueblos de España.
Desde su salida del Madrid, el técnico ha mantenido una aséptica distancia con el club. Ni siquiera intentó un acercamiento oportunista durante la etapa de Ramón Calderón. Por no pedir, no pidió ni la compra de una entrada, a pesar de los requerimientos en su entorno. Ha intentado, asimismo, ser equilibrado en sus declaraciones sobre el equipo. Sin embargo, no ha podido olvidar su resquemor por su salida, y eso también le preocupa. Cuando se observa de esa forma, no se gusta del todo. En lo demás, ha obrado cómo dice que le enseñaron en el Madrid durante 36 años, y esas enseñanzas, ahora, aconsejaban un 'no'.
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